IA generativa: oportunidad y límites humanos | NTT DATA

vi., 21 noviembre 2025

¿Y si dejamos salir a la IA de la habitación china?

A mediados de los años 80, el filósofo John Searle propuso un famoso experimento mental para cuestionar los avances de la Inteligencia Artificial (de esa época). En su planteamiento, imaginaba una habitación donde una persona que no sabe chino recibe por una ventanilla papeles escritos en perfecto chino. Esa persona debe entregar por otra ventanilla una respuesta igualmente impecable en chino. 

No entiende una sola palabra, pero cuenta con manuales extremadamente detallados: para cada conjunto de símbolos de entrada, sabe qué conjunto de símbolos debe devolver como salida. Así, sin comprender nada, puede producir respuestas correctas siguiendo instrucciones paso a paso. 

Desde fuera, nadie sabe que dentro hay una persona sin conocimientos de chino. Solo ven que, frente a preguntas en chino, la habitación produce respuestas perfectas. ¿Tiene sentido preguntarse entonces si dentro se entiende el idioma, se razona o se comprende el diálogo? Ese era el punto de Searle: cuestionar si una IA realmente “comprende” o simplemente emula un proceso mediante reglas operativas. 

Cuarenta años después, el ejercicio sigue siendo sorprendentemente actual cuando pensamos en la Inteligencia Artificial Generativa. 

¿Debemos detenernos ante el avance de la IA generativa? 

Es una pregunta tentadora, pero no es la más útil en este momento. Más allá de lo que ocurre “dentro de la habitación”, lo cierto es que hoy, por primera vez en la historia, podemos pedirle a una máquina —en lenguaje humano— que haga tareas complejas. Y eso abre una oportunidad de productividad que todavía no alcanzamos a dimensionar. 

¿Significa esto que debemos entregarle a la IA Generativa todas nuestras decisiones? Por supuesto que no. Sería como pedirle a la habitación china que defina nuestros objetivos de vida, cómo educar a nuestros hijos o, peor aún, que tome decisiones críticas como presionar un botón nuclear. 
No podemos renunciar a lo que nos hace humanos: sentir, interpretar, decidir y transformar nuestra realidad. 

Y en las empresas, ¿qué hacemos? 

Al igual que las personas, las organizaciones tampoco pueden delegar todas sus decisiones en la IA. Necesitamos CEOs que inspiren y lideren, y equipos de C-Levels que guíen la transformación del negocio. Necesitamos profesionales empoderados que tomen decisiones informadas. 

Pero también tenemos la oportunidad de potenciar a esos líderes y equipos con una IA extremadamente competente en tareas repetitivas, técnicas y de aprendizaje táctico. La IA no reemplazará —al menos por varios años— a los programadores creativos, ni a los médicos, abogados, filósofos o publicistas que agregan pasión, criterio y humanidad a su trabajo. 
Reemplazará, eso sí, a quienes solo ejecutan tareas automáticas y rutinarias. 

Lo que sí hará la IA es permitir que las empresas sean más eficientes, diseñen nuevos productos, mejoren la atención, revolucionen canales y ofrezcan interacciones hiperpersonalizadas con cada cliente. 

Entonces, ¿qué pregunta sí debemos hacernos? 

Una mucho más práctica: 

¿En qué parte de mi cadena de valor tiene más sentido incorporar IA? 
¿En qué actividades específicas puede tener impacto real? 
¿Cómo podemos transformar lo que hacemos hoy para generar un mundo mejor? 

La tecnología ya está lista. 
Ahora, nos toca decidir a nosotros.